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Lo que aprendemos en la introspección
What We Learn Through Introspection
 

Ingrid Beaujean*

*Academia de Jazz de la Escuela Superior de Música del INBA

 
 
 
 

Hay situaciones que nos ayudan a aprender más acerca del tipo de seres creativos que somos y sobre las prioridades que tenemos. La contingencia originada por la covid 19 ha sido una de ellas, sin duda, y me gustaría, por tanto, plantear algunas reflexiones que me han surgido a lo largo de este tiempo, así como mi percepción respecto a varios factores que han repercutido, de una forma muy pronunciada, tanto en el ámbito de la música como en las demás artes, y en el ser artista, en general.

Por todos lados se habla de productividad, de inmediatez, de que si no estrenas obra cada poco tiempo eres flojo, de que si no dejas que el streaming manipule tus tiempos no sirves, de que la música es una actividad no esencial. Y yo en lo único que pienso al oír ese tipo de afirmaciones es en la canción “Both Sides Now”, de Joni Mitchell: un tema que dice que todas las cosas tienen dos caras y que, aunque seas capaz de ver y vivir ambas, siempre habrá algo que no podrás entender del todo: “I’ve looked at life from both sides now, from win and lose, and still somehow it’s life’s illusions. I recall. I really don’t know life at all”.

Hace algunos meses, cuando en las noticias se empezaba a hablar sobre un nuevo virus que afectaba la ciudad de Wuhan, en China, y que recientemente había llegado a Italia, yo tenía que hacer un viaje para dar un concierto. Estaba preparando un show en homenaje a Joni Mitchell; lo tengo muy presente porque, cuando estudiaba en la Escuela Superior de Música, ella no había despertado mayormente mi atención, y menos lo habían hecho sus letras, pues creo que me parecían lejanas. Pero varios años después, y en una situación que parece un limbo de pequeñas cotidianidades, Joni resuena en mi cabeza de una forma muy clara. Sus letras y sus acordes me hacen sentir que todo es sencillo y fácil de entender, pero, al mismo tiempo -y, si escucho con más atención y tiempo-, complejo, sofisticado y maravilloso.

Hablo de esta cantante en particular porque tuvo muchas etapas en su carrera y su camino nunca fue lineal. Era una superestrella mundial, y aun así seguía teniendo gran curiosidad por el aprendizaje y la experimentación. En algunos momentos, acompañada sólo por su guitarra, cantaba composiciones con estructuras sencillas y letras contundentes para las que se valía de un lenguaje casi cotidiano. De pronto hacía música con los jazzistas, y lo mismo le ponía letra a complejos solos de saxofón que a canciones legendarias del contrabajista Charles Mingus, por ejemplo; después, con mucha facilidad volvía a trabajar en sus canciones y las cambiaba tan drásticamente que parecían nuevas. Pero lo que realmente me sorprendía era que su quehacer artístico no era estático; nunca se detuvo en un lugar seguro, y mucho menos común.

Me parece que en realidad no existen lugares comunes en el arte, sobre todo si las búsquedas son profundas y se abordan desde la introspección y el autoconocimiento.

Durante esta contingencia he sido muchas versiones de mi ser creativo. En algunos momentos me atrapa el sentimiento de culpa al ver a otros colegas muy activos estrenando cada semana canciones nuevas que grabaron en sus casas. Y yo no logro sacar obra al vapor. Tal vez lo que pasa es que pienso de más; quizás juega en mi contra que soy demasiado autocrítica. Tal vez he dejado que la desesperanza de estos tiempos me abrume y, por si todo esto no fuera suficiente, últimamente, gracias a mi nueva obsesión por Joni Mitchell, intento ser muy cuidadosa en la forma en que digo las cosas. A veces me enfoco en interpretar canciones de otros para imaginarme vidas que no he vivido, pero en realidad la reflexión que puedo sacar de esta situación tan compleja y llena de incertidumbres, es que los artistas tenemos muchas formas y somos de muchos tipos.

Aunque no se habla ni se piensa mucho en esto, existen numerosas vertientes en nuestra disciplina. Casi todo el enfoque está puesto en los músicos que se presentan en escenarios y tienen discos grabados, pero el que-hacer musical también abarca temas como la educación, la terapia, la lingüística, el estudio social y ético, y un sinfín de actividades. También acompaña a otras expresiones artísticas y hay muchos tipos de música.

Destaco esto porque cuando se habla de la música como actividad no esencial se me viene a la mente cada una de las situaciones en las que la humanidad convive con ella, y mi percepción es que es parte esencial de códigos complejos y muchos procesos sociales, desde las primeras etapas de vida hasta edades muy avanzadas. La misma Joni Mitchell siempre se preocupó por hacer que su posición de artista influyente de los años sesenta la ayudara a generar conciencia sobre muchos temas que eran incómodos en ese momento, pero que era necesario poner sobre la mesa y a la vista de todos.

Me ha llamado la atención que los artistas siguen, desde sus trincheras, trabajando y acompañando a los demás en su día a día. Para muchos la situación no ha sido fácil y se han topado con una industria que, lejos de apoyarlos, los ha tachado de poco productivos. Basta con ver las declaraciones que el dueño de Spotify, Daniel Ek, hizo en una TED Talk, dando a entender que la música es un producto y que grabar un disco cada tres o cuatro años no es la forma correcta de hacer las cosas. También dio a entender que los músicos deben producir obra constantemente para lograr que sus seguidores se comprometan con ellos. Muchos artistas, de todos los géneros, músicos consagrados, emergentes e independientes, dieron su opinión al respecto. Aun así quedó el antecedente de la exigencia de la industria actual. Pero esa presión puede ser peligrosa y, a la vez, puede confundir a las personas sobre el esfuerzo real que conlleva la creación artística. Muchas veces, por la inmediatez que se está exigiendo en las redes sociales y en el streaming, el quehacer musical queda reducido a una especie de acompañante callado que no puede opinar y que sólo puede hacer lo que le dicen, porque si no lo hace, queda fuera del juego.

Pero lo que no se está dimensionando es que el proceso creativo sale a la luz muchas veces de manera prematura, en esta carrera por conseguir seguidores y hacer redituable la música, así como por esta sobreexposición a la que se someten los artistas. Si logramos entender esto, que posiblemente lo que se ve en este momento no es el resultado final de la obra, se entenderá al arte como algo esencial, como algo profundo que nos incluye, que es el resultado del trabajo de muchas personas y, al final, nos da identidad y nos une como sociedad.

Tal vez lo más difícil es entender al otro, escucharlo y no dejarlo fuera; es un momento duro, nos moverá conceptos y creencias, pero habremos cambiado.

Semblanza

Ingrid Beaujean Cantante de jazz mexicana. Formo parte de la Big Band Jazz de Mexico durante siete años y fue corista de la cantante Magos Herrera. Desde hace nueve años es conductora del programa de radio Ejazz en la estacion Horizonte del IMER. Tambien es coordinadora de la Academia de Jazz de la Escuela Superior de Musica del INBA. Simultaneamente, tiene dos proyectos musicales: su cuarteto, proyecto con el que se ha presentado en diferentes festivales y lugares del mundo, incluyendo el festival Vive Latino, y un sexteto vocal llamado Las Billies.